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 Eugènia Balcells cv selecció
                        de vídeos per a projecció
 
 videografia article de Juan Bufill | 
 |   EUGÈNIA BALCELLS. UNA PRE-RETROSPECTIVA
 Eugènia Balcells fue la primera de toda una
                      generación de artistas catalanes que emigraron a los
                      Estados Unidos, y particularmente a Nueva York, entre
                      finales de los años sesenta y principios de los setenta.
                      Hoy la mayor parte de esos artistas son calificados como
                      conceptuales, aunque entonces se hablaba más bien de “arte
                      con medios alternativos”. Eugènia fue a América en junio
                      de 1968. Antes, pues, que Àngels Ribé, Francesc Torres,
                      Mireia y Marta Sentís, Zush, Miralda, Muntadas y otros
                      artistas de su generación que también buscaron espacios de
                      libertad lejos de la dictadura española. En 1976, tras la
                      muerte de Franco, Eugènia regresó a Barcelona y fue
                      entonces cuando la conocí, a través de Eugeni Bonet, quien
                      en esos años hizo de puente entre los autores de cine
                      experimental y los artistas conceptuales de Barcelona y
                      otras ciudades, con un estilo muy lacónico que resultaba
                      paradójico, pues contrastaba con unos resultados dignos de
                      un profesional de las relaciones públicas. La diferencia de edad –yo tenía entonces 20 años y Eugènia
                      32– no impidió que sintonizáramos profundamente ya desde
                      nuestra primera conversación, en un bar cerca del puerto.
                      La memoria es olvidadiza, pero es también selectiva, y
                      recuerdo que aquella tarde-noche hablamos, entre otras
                      cosas, de lo que llamábamos los sucedáneos, sustitutos o
                      simulacros de lo que podría ser una vida verdadera. Yo aún
                      no había leído a María Zambrano, pero sí a Albert Camus y
                      a Erich Fromm. Es cierto que desde los años sesenta el
                      contexto ideológico progresista era crítico con la
                      sociedad de consumo, pero –considerado desde la
                      perspectiva del siglo XXI– aquel diálogo resultó ser casi
                      profético. En 1976 no existían todavía los videojuegos, ni
                      la realidad virtual, ni la adicción a las pantallitas
                      digitales, ni los “selfies”, ni las vanidades de
                      Instagram. Pero en la publicidad y en las tiendas ya
                      asomaba el morro de ese lobo alienador.
 Es difícil ahora imaginar la situación y el
                      contexto de entonces en Cataluña. Para los poderes
                      culturales locales que operaban en los años setenta y
                      ochenta, el cine experimental simplemente no existía y era
                      materia de ninguneo. La ignorancia y el desprecio suelen
                      ir en el mismo paquete. Cuando conocí a Bill Viola en 1983
                      –en el Festival de Cine de San Sebastián– recuerdo que le
                      pareció un escándalo que autores como Balcells, Bonet o
                      yo, que ya habíamos representado a España en la Bienal de
                      São Paulo y habíamos presentado nuestro cine experimental
                      en el Centro Pompidou, tuviéramos varios proyectos no
                      realizados por falta de recursos económicos y de apoyo de
                      instituciones públicas o privadas, pese a haberlo
                      solicitado debidamente. Hay que decir que, sin becas ni
                      ayudas a la producción, la videografía de artistas como
                      Viola o Marclay simplemente hoy no existiría. A principios
                      de los años ochenta Balcells pudo realizar sus mejores
                      instalaciones con el apoyo de instituciones
                      estadounidenses.Hacia el vídeo, en cambio, había al menos una cierta
                      curiosidad, quizá por la novedad tecnológica o porque una
                      videoinstalación es más coleccionable que un film. El
                      “vídeo-arte” se veía más “artístico”. Qué ridículo. Así
                      que Nam June Paik parecía más “artístico” que Michael Snow
                      o que Paul Sharits. Esto en España, incluida Cataluña: por
                      supuesto no en París, ni en Nueva York, ni en Bélgica. En
                      cuanto a otros medios de expresión “alternativos”, me
                      limitaré a contar una anécdota que por desgracia es muy
                      representativa. En torno a 1977 o 1979 la galería Ciento,
                      dirigida por Marisa Díez de la Fuente, era una de las
                      mejores y más modernas del país. En la inauguración de una
                      de las exposiciones que Eugènia Balcells presentó en esa
                      galería barcelonesa, recuerdo que estaba hablando con ella
                      y de repente pasó junto a nosotros una crítica de arte
                      bastante influyente, que dejó ir en voz alta esta frase
                      despectiva: “¡Estas artistas que se creen que las
                      fotocopias son arte!”… Nos quedamos de piedra, pues la
                      exposición era estupenda, arriesgada y una propuesta
                      pionera. Muchos años más tarde aquella aguafiestas
                      anticonceptual se ha descrito a sí misma como gran
                      defensora del arte conceptual desde el primer momento...
                      Tampoco es excepcional que la crítica de arte y el
                      coleccionismo lleven veinte, treinta o cuarenta años de
                      retraso con respecto a los y las artistas de verdadera
                      vanguardia. Otra cosa es el simulacro de arte de
                      vanguardia: en el contexto catalán y español las obras
                      epigonales de lo que previamente ha triunfado
                      internacionalmente sí suelen recibir un inmerecido apoyo
                      en los ámbitos y medios “mainstream”.
 Pero el tiempo pasa y las cosas cambian, a veces a mejor.
                      Y el día que un museo de arte contemporáneo como el MACBA
                      de Barcelona, el MNCARS (Reina Sofía) de Madrid o el MoMA
                      de Nueva York programe por fin una exposición
                      retrospectiva de la obra de Eugènia Balcells –y espero que
                      esto suceda más pronto que tarde– creo que va a necesitar
                      muchas salas, y hará bien en dedicárselas si realmente ese
                      museo quiere presentar una muestra que sea suficientemente
                      representativa de los diferentes aspectos que componen la
                      obra de esta artista multidisciplinar.
 Este pseudoproblema que he mencionado –la
                      necesidad de mucho espacio expositivo por abundancia de
                      obra relevante que exponer– no lo tienen nunca aquellos
                      artistas que han basado toda su obra en unas pocas ideas y
                      formas, quizá demasiado explotadas o exprimidas, en
                      algunos casos por necesidades profesionales (éxito
                      comercial o institucional) antes que por genuina necesidad
                      de exploración, reflexión y expresión. O, en otros casos,
                      por genuino temperamento obsesivo: por ejemplo, el abuso
                      de ojos y neuronas en la pintura de Zush, o la insistencia
                      en las representaciones teatralizadas con personajes
                      solemnes y ralentizados en la –por otra parte excelente–
                      videografía de Bill Viola. En casos semejantes, conviene
                      una selección mesurada, pues una muestra retrospectiva
                      “demasiado” grande no haría más que revelar obscenamente
                      los trucos reiterativos y pondría en evidencia la
                      repetición innecesaria, rutinaria o incluso oportunista de
                      fórmulas estéticas que un día le funcionaron a ese artista
                      y tuvieron éxito en el mercado o en las instituciones
                      artísticas. Por supuesto, hay también artistas de
                      repertorio reducido, que insisten y logran profundizar en
                      unos pocos temas o elementos, y que son excelentes,
                      espléndidos, especialmente cuando con esos pocos elementos
                      expresivos logran remitir a un todo, a un contexto amplio
                      y significativo. Es el caso de Johannes Vermeer en
                      pintura, Alberto Giacometti en escultura, James Turrell en
                      instalación, Saul Leiter en fotografía o Yasujiro Ozu en
                      cine narrativo.  Si observamos la obra que ha realizado
                      Eugènia Balcells desde 1970 hasta el año 2019, podemos ver
                      que su ambición artística y su sentido general son
                      totalizadores, tanto en los fines como en los medios. Y
                      que su alcance abarca distintas escalas de la realidad y
                      diversos tonos y temas, desde la crítica de los valores
                      sociales y de los estereotipos culturales de nuestra época
                      –visibles en comportamientos de personajes o en objetos de
                      consumo– hasta la reflexión poética y filosófica en torno
                      al universo, a la existencia, con sus ciclos y
                      transformaciones, a las relaciones entre lo material y lo
                      espiritual o a la complementariedad del conocimiento
                      científico y la intuición poética. La artista dedica tanta
                      atención a la experiencia y la percepción directa como a
                      las representaciones culturales y científicas de algunas
                      intuiciones que se expresan en ciertos mitos, arquetipos,
                      símbolos, poemas o pensamientos filosóficos, especialmente
                      los presocráticos.  Desde el principio el campo de acción de
                      Balcells fue doble, y muy pronto fue múltiple. Sus
                      primeras obras fueron libros de artista que significaban o
                      prefiguraban ya sus principales modos y campos de acción:
                      los inventarios de objetos (A
                        Book of Things, 1970), los juegos combinatorios (Combinations
                        1 2 3 4, 1970), las representaciones y
                      reflexiones en torno al cosmos (Möbius
                        Spaces, 1971), la crítica de los estereotipos
                      culturales y de género, en un sentido liberador y
                      feminista entonces pionero (Re-visió
                        y Fin, de 1977, y Ophelia,
                      1979) y la colaboración con otros autores afines y
                      complementarios (Anar i
                        Tornar, 1979, con el poeta Carles Hac Mor).  Algunos de aquellos libros de artista fueron
                      inmediatamente anteriores a sus primeras obras en otros
                      medios y soportes. Su primera instalación (Supermercart,
                      1976), se presentó en la Sala Vinçon de Barcelona y
                      significaba a la vez una crítica del consumismo y un
                      despliegue objetual plásticamente potente, que sorprendía
                      por su combinación de poesía, sentido del humor, estética
                      pop y reflexión conceptual profunda y en tono ligero.    El primer film de Eugènia Balcells fue la
                      primera versión de Àlbum,
                      de 1976, más larga que la versión de 1978. Hace tanto
                      tiempo que no las veo que ya no me atrevo a afirmarlo,
                      pero si no recuerdo mal, la primera versión era más
                      intensa. La relación entre texto e imagen en un contexto
                      romántico que se aprecia en este film me hizo pensar en
                      Marguerite Duras, sobre todo en India
                        Song (1975). De hecho, Duras y Balcells comparten
                      su conexión euroasiática, y uno de los proyectos más
                      atractivos de la artista catalana es un largometraje en
                      vídeo –todavía inédito en el año 2019– donde aparece su
                      vinculación familiar con Birmania. Así pues, la
                      biogeografía de Eugènia Balcells tiene sus lugares en
                      Barcelona (y el Empordà) y en Nueva York, pero también en
                      Birmania. Balcells siempre ha alternado estancias de
                      meses o de varios años en Barcelona y en Nueva York. En la
                      capital americana coincidió desde 1968 hasta 1975 –y
                      posteriormente desde 1979– con las actitudes de Fluxus,
                      Nam June Paik, John Cage y Yoko Ono, que llevó a su
                      territorio bifronte: propuestas de carácter crítico y
                      sociológico y creaciones de alcance filosófico, poético,
                      místico. En Barcelona, entre 1976 y 1979, la programación
                      de la Filmoteca (entonces dirigida por el pintor Ramón
                      Herreros) y de otros centros culturales como el Instituto
                      de Estudios Norteamericanos, incluía ciclos de cine
                      experimental que influyeron positivamente en los cineastas
                      barceloneses. En la obra de Balcells –por ejemplo en
                      películas como Fuga,
                      de 1979– se pueden encontrar elementos en sintonía con el
                      cine de Michael Snow, Werner Nekes y Dore O. Eugènia trabajó con Eugeni Bonet en algunos
                      proyectos cinematográficos, particularmente en 133
                      (1979), que realizaron y firmaron conjuntamente. Esta
                      película es un caso singular de collage cinematográfico,
                      pues el punto de partida era un sonido encontrado (un
                      disco de efectos sonoros) que se ilustraba también con
                      imágenes encontradas (restos de películas compradas en un
                      mercadillo barcelonés). En aquellos años Bonet promovió la
                      realización de un film colectivo (En
                        la ciudad, 1976-1977) en el que participamos con
                      diferentes piezas breves bastantes integrantes del arte
                      conceptual y del cine experimental catalán y español,
                      desde Miralda hasta Iván Zulueta. La pieza de Balcells era
                      un collage creciente de objetos de consumo que iban
                      saturando el espacio hasta convertirse en un caos por
                      acumulación indiscriminada. Han tenido que pasar cuarenta
                      años para que una gran parte de la sociedad empiece a ver
                      por fin lo que algunos ya veían –o veíamos– entonces. Pero
                      en 1977 ya había demasiados plásticos y demasiados objetos
                      tóxicos. En esa etapa barcelonesa Eugènia fue
                      cofundadora del grupo FVI (Film Vídeo Informació), un
                      grupo que sirvió para organizar proyecciones de cine
                      experimental y vídeo, para adecentar el local de Rafael
                      Tous que más tarde se convirtió en la primera sede de
                      Metrònom (en la calle Berlinès) y para editar dos números
                      del fanzine “Visual”. En FVI nos juntamos Bonet y Balcells
                      (“els Eugenis“ o “los Eugenios”), Manuel Huerga y yo. Y
                      también participaron otros colaboradores, como Ignacio
                      Julià, Carles Hac Mor, Luis “Platinos” Serra, Magdala
                      Miquel o incluso visitantes esporádicos como un entonces
                      aún adolescente José Luis Guerin. También se nos
                      denominaba “los Visuales”. FVI se dispersó en 1979 porque
                      Huerga y yo tuvimos que hacer el servicio militar –en
                      Madrid– y también Eugènia Balcells regresó ese año a Nueva
                      York. Allí la artista barcelonesa realizó a menudo
                      obras en colaboración con el músico Peter Van Riper, como
                      el film For/Against
                      (1983). Pero sobre todo instalaciones, performances y
                      vídeos. Y también –en sintonía con algunas propuestas de
                      John Cage– partituras heterodoxas, un filón que, por lo
                      visto en la exposición de Christian Marclay recientemente
                      presentada en el MACBA, todavía no se ha agotado.  En Nueva York Eugènia pudo realizar una obra
                      muy visible: el díptico mural Liberty,
                        a Simbolic Puzzle (1985), un mosaico-collage
                      compuesto por postales de la Estatua de la Libertad,
                      instalado al pie de este monumento. Todavía mejor fue el
                      posterior políptico Barcelona.
                        Postal de postals (1988-1990), compuesto por
                      nueve murales también de carácter fractal (cada pieza era
                      una variación del tema que se dibujaba en la imagen
                      completa). La gran diferencia es que, mientras que la
                      ciudad de Nueva York expone con orgullo su instalación,
                      Barcelona guarda y esconde en unos almacenes municipales
                      esa obra que tenía una vocación pública y popular. La energía, la actitud y también el aspecto
                      físico de esta artista la ha hecho parecer siempre mucho
                      más joven de lo que dice el calendario, pero lo cierto es
                      que en el año 2019 la trayectoria artística de Eugènia
                      Balcells, iniciada en 1970, cumple cincuenta años, medio
                      siglo ya. He dejado para el final la referencia a las
                      obras que considero sus contribuciones más importantes,
                      que son algunas de sus instalaciones con proyección o
                      emisión de imágenes. Una de ellas es una escultura
                      fotográfica y cambiante (Traspassar
                        límits, 1995) y las demás son total o
                      parcialmente videográficas: From
                        the Center (1983), Exposure
                        Time (1989), Seeing
                        the Dance –que se presentó en Girona en el 2004 y
                      no se ha visto todavía en la ciudad natal de la artista,
                      Barcelona–, Roda de
                        color (2009) y Universo
                      (2012). Salvo Exposure
                        Time, que tiene forma de escenario con objetos
                      encontrados y completado por imágenes, todas las demás
                      tienen estructuras curvas y cósmicas: de círculo, de
                      hélice o espiral, o de esfera con secciones verticales en
                      rotación. A menudo los proyectos de Balcells son muy
                      elaborados y complejos, y para su realización la artista
                      ha tenido la necesidad y la suerte de contar con la
                      complicidad de personas afines. Sobre todo de Eulàlia
                      Bosch, quien impulsó y comisarió en 1996 la muestra del
                      MACBA “Veure la llum” –una de las mejores que ha
                      presentado este museo–, y desde entonces la ha ayudado en
                      diversos proyectos. Pero también otras personas que han
                      aportado contenidos, como el astrónomo Marc Balcells (en
                      la instalación Universo
                      y la muestra “Años luz”) o que han posibilitado la
                      difusión puntual de sus obras, como Tere Carné,
                      coordinadora de la Sala Montcada de la Caixa, donde se
                      presentó Exposure Time
                      en 1989.  Y en el caso de Eugènia Balcells las fechas
                      son importantes. En febrero de 1995 presentó en Mataró su
                      espléndida instalación Traspassar
                        límits, sobre la cual escribí en “La Vanguardia”.
                      Fue al cabo de unos meses cuando Bill Viola causó
                      admiración en la Bienal de Venecia con una obra similar en
                      algún aspecto, empleando la misma estructura de pantallas
                      paralelas translúcidas y una similar doble proyección en
                      sentidos opuestos. La obra de la artista catalana era
                      anterior y también –en mi opinión– mucho más sugestiva y
                      profunda que la del célebre artista americano.  Eugènia presenta en esta edición de Flux un
                      autorretrato, por encargo de este festival de vídeo de
                      autor. En esta pieza breve, la artista pasea por distintos
                      lugares de Nueva York significativos en su biografía y
                      emplea una esfera que refleja su imagen a la vez que
                      concentra el paisaje de su entorno urbano. En esta
                      acción-grabación, la autorretratada se deja sorprender por
                      las visitas y los azares del paseo. La necesidad de
                      inventariar y reunir lo diverso y lo disperso, el deseo de
                      conciliar lo distinto y complementario, y el sentido
                      deseado y el azar, y la voluntad de reflexionar sobre lo
                      personal y lo universal, han sido constantes en la obra de
                      Eugènia Balcells y por ello esta pequeña pieza es
                      coherente con toda su obra anterior.    Juan Bufill
                        és poeta (últim llibre: Antinaufragios, Vaso
                        Roto, 2014), fotògraf, autor de vídeo i cine
                        experimental, crític d'art ("La Vanguardia", "Mirador de
                        les arts"), periodista cultural i comissari
                        d'exposicions. Va ser creador i guionista del programa Arsenal (TV3,
                        1985-1987). 
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