10/12/2019
a 5/01/2020


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FRANCESC ABAD
EUGÈNIA BALCELLS
RAMON GUIMARAES


Ramon Guimaraes

cv

selecció de vídeos
per a projecció

videografia

article de Jérôme Lefaure
& Olivier Collet


 


EL PODER DE ACTUAR: EL ARTE PERFORMATIVO DE RAMON GUIMARAES

El autorretrato es “otro mundo en el cual es imprescindible olvidar este en el que vivimos”: en contraposición a la postura de retirada introspectiva de Jean Cocteau, el trabajo de Ramon Guimaraes explora el retrato y el autorretrato precisamente desde su poder de representación, de descodificación y de reformulación del mundo: el artista  lo utiliza como punto focal de sus dispositivos para especular sobre nuestras contradicciones y la incomodidad de nuestra condición, desde el paradigma de la soledad en las sociedades contemporáneas hasta el estatuto de la verdad o la legitimidad del poder.

El vídeo Selfimage (2005) entremezcla entrevistas de diferentes personas sobre la percepción de su propia imagen, una imagen que el espectador sólo puede ver durante un breve instante antes que se difumine para el resto de la entrevista. El deseo universal de ver se enfrenta a la reticencia personal de verse a sí mismo. El video explora así el protagonismo que ostenta nuestra imagen y la alienación que supone su proyección. Atracción e inhibición, deseo y negación: el artista incide en la tensión entre la voluntad de control y aquello que la desborda, entre el marco normativo e intencional y aquellos impulsos que lo suelen rebatir. Atrets (2004) presenta, por ejemplo, un dispositivo en base al engaño que anticipa su título (un juego de palabra en catalán entre “atraídos” y “a tiros”): el artista captura, en diferentes participantes, una expresión de miedo provocada por una detonación no prevista. La obra expuesta consiste en una serie de retratos serenos que el público tiene la posibilidad de alterar, mediante un botón, el cual activa la proyección de las mismas caras deformadas por el rictus del susto. La investigación del sadismo y del voyerismo que sustenta el proyecto atraviesa toda la obra de Guimaraes, en tanto que estas prácticas son reveladoras de la distribución del poder en el sujeto, que ejerce de manera intricada el rol de autoridad y de víctima. Being Cool (2008) sintetiza esta duplicidad del ser humano en una paradoja: “la belleza es un invento que nos hace sentir horribles”. En el vídeo, personajes travestidos confiesan con un tono un tanto teatral su incomodidad de cara a un determinado punto de su apariencia, antes de asestar, con tono altivo, una serie de frases de desprecio hacia el aspecto del otro. La dialéctica del complejo y de la burla devuelve el concepto de belleza a lo que supone: el sufrimiento en carne propia del ejercicio de un biopoder, que nos ha convertido en sus agentes más efectivos.

El artista no ha dejado de explorar la manera en que nos rendimos, por voluntad propia, a mandamientos ajenos sobre la manera de comportarse o de estar en el mundo. Una extensa lista de performances o vídeos se refieren al esfuerzo que realizamos de cara a la imagen que proyectamos. Algunas de estas lo hacen de manera muy directa: Souvenir (2007) encadena fragmentos de vídeos que anticipan la moda del selfie: se ve el artista a punto de autorretratarse frente a una acumulación de imágenes de monumentos con estética de postal. Without your mask on (2005) recurre en cambio a la disimulación de la cara para confesar comportamientos considerados como no admisibles. Con ello, Guimaraes explora cómo la tergiversación de la identidad propia cristaliza el conflicto entre normas sociales y búsqueda de la verdad, un tema que indaga de manera recurrente. Ahonda así en los roles que adoptamos para actuar en sociedad: esto es, estructuralmente hablando, en los marcos de comportamiento y de conocimiento que nos preceden. El artista especula con ello sobre el valor de la verdad frente a los sistemas de aprendizaje, a las convenciones y al grado de aceptación social. El uso habitual de la máscara en sus performances, sus videos y sus esculturas tiene connotaciones relacionadas con el teatro, la actuación y la puesta en escena. Este accesorio constituye una forma de cuestionar la alienación a la que nos expone la obligación social, sufrida o asumida, de conformarnos a unos modelos preexistentes. Es también una manera de discutir la relación entre lo visto y lo inteligible. La obra Das Model (2009) superpone así dos capas: una pista de audio –la melodía de una canción de Kraftwerk cuya letra relaciona la belleza y el consumo– y un vídeo –un stop-motion, donde una cabeza enmascarada cambia frenéticamente de aspecto mediante pelucas, máscaras y otros atrezzos–. La disimulación y la opacidad es el hilo rojo de esta pasarela de “looks”. El espectador se ve forzado a admitir que todo lo que se nos da a ver es intrascendente para alcanzar el conocimiento. 

El desengaño y la desilusión atraviesan de hecho una parte importante del trabajo que Guimaraes dedica a nuestras relaciones. En piezas aparentemente conversacionales, destaca la soledad y la incomunicación que caracterizan la sociedad contemporánea. La máscara deviene una metáfora del aislamiento que acabamos sufriendo. En Being words (2008), una serie de personajes enmascarados sueltan réplicas y tópicos, que se hacen eco por momentos, sin que el conjunto consiga escapar a una honda sensación de absurdidad. Dialogue (2007) confronta una máscara dorada de tendencia barroca y una máscara negra de obediencia más bien masoquista: las frases que declama cada una de ellas parecen proceder de una conversación, pero vienen agrupadas en un monólogo que invoca de manera casi desesperada la presencia y la interacción con el otro. El vídeo pone así en escena los estigmas de la contemporaneidad: egoísmo, superficialidad, falta de empatía, y la ausencia de cualquier interlocución que no sea el eco que suscitan nuestras palabras en la oscuridad. En otra pieza, Wordless (2012), el artista invita a reducir el ruido de nuestras palabras y a explorar el valor del silencio para huir del vacío creado por nuestras propias conversaciones. Bien sea mediante una postura sincrética (Being God, 2009) bien sea mediante la reevaluación de formas comunitarias desaparecidas (performance Step forward a second chance, 2015), el artista utiliza de hecho sus piezas para valorar nuevos caminos vitales, especialmente cuando nuestra vida se ve invadida por la presión consumista y la capitalización de nuestros deseos (Pot art sucks, fotografia, 2018). En la performance Being Blind (2018), Guimaraes camina a ciegas con una máscara y el video A piece of art colgado en su pecho, con la única ayuda de un bastón y de la buena voluntad de los asistentes. El recorrido entre el centro de arte Santa Mònica y el Museo de arte contemporáneo de Barcelona sugiere la posibilidad de reactivar, desde el espacio público, la posición del arte como lugar de resistencia a la fragmentación social y al productivismo de la esfera relacional. 

Más allá de la incomunicación, otras piezas del artista se centran en el juego de poder sistémico que el aparato sentimental disimula. En un formato muy breve, Being tacky (2009) muestra un personaje con una máscara un tanto cursi, que parece cruzar el subtexto BDSM de este atrezzo fetiche con los códigos comerciales de San Valentín. El tierno acoso al que este curioso protagonista somete al espectador, cubriéndole de besos mediante la pantalla, se ve alterado muy pronto por un canto: su letra, que empobrece un hit de Abba, ya de por sí pegadizo (un “Give me” repetido al infinito), sitúa el gesto amoroso en el terreno de un puro mercadeo egoísta. Guimaraes retrata la conversión del sentimiento en un juego de beneficios, en consonancia con la ideología liberal que estructura nuestra esfera cultural y acaba contaminando nuestro pensamiento y nuestras emociones. El paradigma sentimental basado en la posesión y el beneficio, al que apunta el artista, aboca las relaciones al fracaso y propicia una soledad endémica: Doors (2009) representa, con un dispositivo que se podría calificar de meta-teatral, la dificultad para relacionarse con los demás: surgiendo de las puertas que puntúan un largo pasillo, la misma persona enmascarada se cruza a sí mismo de manera repetida sin que se genere, en ningún momento y a pesar del alboroto general, el menor amago de encuentro.

El trabajo de Guimaraes huye sin embargo de la resignación. El “camp” al que se refiere el título de una de sus obras atraviesa su obra de par en par: la ironía y el exceso se combinan para convertir el panorama pesimista, al que alude gran parte de sus trabajos, en un dispositivo de superación. Las máscaras vienen cargadas de significantes en este sentido: hechas de tejidos sedosos, de pieles sintéticas, con cremalleras, piezas sobrepuestas y pestañas sobredimensionadas, van del arquetipo a la caricatura. Si seguimos la definición del “camp” a partir del grado de artificio y de estilización, como lo sugiere Susan Sontag, la fuerza de la obra de Guimaraes radica sin duda en la dosis de exageración asumida, los juegos de roles y el humor, aunque sea negro. Se trata de una postura que aplica con tono mordaz a los roles de género en la performance Being in between (2008): allí, la naturalización de los géneros se ve ridiculizada por unos genitales postizos y reversibles que se despliegan de manera descomunal. El travestismo y las máscaras que Guimaraes moviliza en sus piezas no se limitan a la simple representación de un papel, sino que caricaturizan los signos en que se sustentan, hasta subvertir su sentido. Les da además una vuelta de tuerca por un uso inesperado y desbordante: lo que podría ser un ejercicio de disimulación se complica al infinito, cuando Guimaraes superpone máscaras como en las performances Ritual (2007) o Being Lovely (2007), creando asimismo el desconcierto del público: ya no se trata de esconder, sino de esconder lo que esconde, siguiendo las estrategias retorcidas del poder para autojustificarse de manera permanente. El “camp” es una representación y una deformación que no se queda en la postura de denuncia, pero ofrece posibilidades generosas de reinvención, de subversión y de reiteración rebelde, frente a lo que ya-está-aquí. ¿Pero quizás esto sea precisamente el auténtico papel del arte?

Con la performance Being Burlesque (2011), Guimaraes se adentra en el género documental desde una ficción supuestamente dedicada a narrar la historia del género burlesque. La conferencia-espectáculo que organiza entonces puede ciertamente leerse como una referencia a lo que se ha popularizado como fake news y a nuestra capacidad para discernir las narrativas comprobadas de las tergiversadas. Pero es también una manera de poner el foco sobre la construcción de los discursos y del imaginario colectivo; y de subrayar la capacidad del arte para cuestionar el relato hegemónico. Guimaraes ve en ello el potencial real del arte; y, en varias piezas (Maneki Neko, 2007; Masterpiece, 2013 o The artist, 2011), lo contrapone al valor exclusivamente relacionado con el éxito que le suele otorgar la sociedad liberal. Hace alusión, en estas obras, a la inserción obligada de los artistas en un sistema meramente especulativo para sobrevivir, pero también a la desactivación del poder subversivo del arte mediante su sumisión a las dinámicas comerciales o institucionales que dominan el paradigma artístico actual. Guimaraes realiza así, en 2016, una performance (Being Punk) en el MACBA, con el motivo de la exposición "Punk", sin que le hayan invitado. Incide con ello en una paradoja: que una exposición sobre un movimiento tan contestatario no admita acciones que no pertenezcan a las que son definidas por las autoridades museísticas. Apunta otra vez al doble discurso del poder y a nuestra propia participación en sus estrategias: una reflexión que el artista reitera en el marco del conflicto social relacionado con la reivindicación independentista en Catalunya, refiriéndose a la problemática del Estado como forma de represión. En la performance Made in Spain (2017), un mapa de España en género de punto que se deshilacha apunta a la construcción del paradigma nacional, haciendo hincapié en su fragilidad, su inconsistencia histórica y el carácter anticuado de sus fundamentos.

¿Cuál debe ser nuestra relación con la autoridad y cuál es el estatuto del artista de cara a una posible resistencia? Son cuestiones que acompañan toda la trayectoria de performance de Guimaraes. Algunas performances someten a sus participantes a una mutilación simbólica de su libertad: bocas selladas, manos maniatadas, pies presos de una telaraña tejida por el artista (Unveiling the bride, 2018), etc. En muchas de ellas, mediante un guion preestablecido, el artista se convierte en garantía de un orden que repite y aísla, de forma metafórica, las estructuras de poder que se imponen en nuestras vidas. El uso y el control de los movimientos del público en la performance Love in three acts (2015) alude así al ejercicio de la autoridad y, a la vez, a la asunción por parte de los sujetos de su legitimidad. El arte se convierte, con ello, en un lugar de subordinación emancipadora, un lugar de consciencia y de reconocimiento de las opresiones que nos constituyen como seres sociales. Un ejercicio del autorretrato que utiliza las mecánicas de la reconstitución para explorar las servidumbres de las cuales somos partícipes.

 

Jérôme Lefaure i Olivier Collet han comissariat nombrosos projectes, especialment en el marc de Homesession, un espai independent barcelonès que van iniciar el 2007 i que combina programes de residències, de suport a la creació i d'educació artística.



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