Iñaki Álvarez _ Juan Gamero _ Albert Merino

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article de José Ramón Alcalá

ALBERT MERINO
JOSÉ RAMÓN ALCALÁ

una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos

Alejandra Pizarnik

De pronto apareció, como nuevo, inédito, inundando mi percepción, ampliando los imaginarios de mi universo personal, con nuevas y refrescantes iconografías entretejidas con paciencia, con laboriosidad, con precisión.

¿Dónde estaba Albert Merino?, no he dejado de preguntarme repetidamente, sabiéndome necesitado de sus creaciones desde ese mismo instante, y a pesar de que esta, su historia, es la de casi una década dedicada intensa e incansablemente a imaginar literalmente el mundo, su mundo, como hacemos cada uno (Powell). Porque él, que ha visto y que ha oído, la luz, el sonido, ha tejido inmediatamente una red que los aprisione en su saber para que existan en la creación de mi entendimiento (Ferreira). Porque es plenamente consciente de que ahí donde a la vez tenemos oscuridad y luz, también tenemos lo inexplicable (Samuel Beckett), y que hoy día el acto de creación más genuino no es otro que el de asignar sentido a las imágenes existentes (Fontcuberta). Por eso, en Albert, el alma se expande, se hace toda ella ojo y contemplación del mundo, para gritarle: “¡detente tú que eres tan bello!” (Sloterdijk).

Él descubrió mucho antes que nosotros que la vida consta de dos elementos contradictorios: uno era el de las palabras, que pueden cambiar el mundo, y el otro era el propio mundo, que nada tiene que ver con las palabras (Mishima). Si de lo inofensivo sólo brota lo inofensivo, y de lo peligroso brota el pensamiento, cuando el pensamiento encuentra el punto exacto de la forma, surge entonces el momento artístico (Sloterdijk). Entendiéndolo a la perfección, con naturalidad, con espontaneidad, Albert trata cada día de imaginar un lenguaje, ya que esto significa imaginar una forma de vida (Wittgenstein). Como artista. ha aceptado que crear artísticamente no implica otra cosa que organizar los signos (las imágenes existentes), para construir simbólicamente una explicación plausible del mundo. Y para ello se afana en adiestrarse en todas las estrategias posibles, empleando eficaces metáforas, como la de la sal –mineral corrosivo pero a veces fundamental para la supervivencia humana– de La trace du sel (2010), o la de la bailarina de Le Badinage (2010), atrapada en una farola, mostrándonos así el camino para reconquistar el espacio, la realidad.

Albert actúa como un voyeur indiscreto, como a él mismo le gusta pensarse (Vis à Vis, 2007). Sale a la calle, donde monta su laboratorio de la mirada (herencia que asume con gusto de los passage parisinos de Benjamin). Allí, in situ, recoge visiones cotidianas, que sólo él sabe observar y las imagina en su mundo de fantasía, ese que puebla de sueños su minúscula casa-estudio del céntrico barrio parisino de Beaubourg. Empujado por la estrechez de su hábitat, de su refugio, de su madriguera, pone en funcionamiento la maquinaria del flâneur, que indaga en la condición del individuo en la ciudad contemporánea (The city and the other, 2009). Este recorrido intenso y lleno de emociones por las calles de la capital francesa conforma en su obra videográfica un universo simbólico lleno de referencias e ilusiones, donde las imágenes se desarrollan mediante la construcción de una sintaxis propia a partir de sus elementos (La trace du sel, 2010). En el fondo, lo que Albert nos propone son metanarraciones (Vis à Vis, 2007), donde el lenguaje videográfico es utilizado como una poderosa herramienta para dejar al descubierto los diferentes estratos temporales de un lugar (El fang interior, 2010). Esta disección del espacio, ahora convertido en lugares mediante las experiencias de los habitantes a los que da vida Albert, genera una convulsión en la cual sus presencias y sus ausencias acaban por encontrarse, estableciendo un diálogo mutuo tan fructífero como suculento (El fang interior, 2010). Su sofisticado trabajo de posproducción digital le permite establecer diversos niveles superpuestos de acceso a la realidad, como si cada uno de esos lugares escondiera un lugar del mundo (La Fête de l’Art Contemporain, 2011). Sin embargo, todo ese inmenso trabajo de orfebre con que Albert Merino prepara la postproducción de cada una de sus piezas, queda implícito, de tal manera que el resultado visual final es de una enorme simplicidad aparente, donde quedan escondidas las artimañas técnicas empleadas. Así, la frescura de dichas piezas nos remite al mundo creativo de la videocreación tradicional, dejando que la interfaz gráfica entre la obra y el espectador funcione con la ansiada transparencia, a pesar de que los mundos de ficción que imagina son construcciones de un complejo imaginario visual, como los espacios irreales que son a la vez universos en constante mutación (La pluja blanca, 2010). No en balde, la obra de Albert Merino nos refiere a los mundos imaginarios fantásticos de El Bosco o Brueghel. De hecho, varias de sus piezas son interpretaciones de obras y hechos artísticos, históricos o mitológicos, matizadas por un filtro personal y construidas a partir de un lenguaje característico innovador como por ejemplo encontramos en L’ombra de Lot (2011), creada a partir de una referencia del escritor y artista Antonin Artaud.

Parece ser que, en sus últimas piezas, sobre todo a partir de la recientemente acabada La Fête de l’Art Contemporain (2011), Albert Merino decide dar un paso más en la construcción de sus mundos ficcionales, empleando para ello el formato –y su lenguaje subsecuente– del documental, que actúa todavía con mayor convicción sobre la estructura narrativa en su afán constante por elevarla al nivel de una metanarrativa de gran carga simbólica, y que en este caso particular trabaja en favor de la superación del tradicional antagonismo entre arte y mass media.

En conjunto, la obra videográfica de Albert Merino nos propone la construcción de un imaginario fantástico, lleno de sutilezas y suculencias, cuyas particulares metáforas, construidas gracias a la inigualable capacidad de simulacro de unas tecnologías de la imagen que domina a la perfección, entretejen con precisión, sutileza y sensibilidad su deseo por imaginar un mundo mejor, tal vez porque él es plenamente consciente de que, si bien el arte no salva el mundo, sí puede colaborar en la ingente tarea de mejorarlo. Habitar pues la realidad irreal de los mundos imaginados por Merino es comprender y asumir que los límites de nuestro lenguaje significan los límites de nuestro mundo (Wittgenstein), el cual posee ya para él unas dimensiones extraordinarias.

 

JOSÉ RAMÓN ALCALÁ MELLADO ES CATEDRÁTICO DE PROCEDIMIENTOS GRÁFICOS DE EXPRESIÓN Y TECNOLOGÍAS DE LA IMAGEN EN LA FACULTAD DE BELLAS ARTES DE CUENCA. DIRECTOR DEL MUSEO INTERNACIONAL DE ELECTROGRAFÍA. SUS ÚLTIMOS DOS LIBROS PUBLICADOS SON LA PIEL DE LA IMAGEN: ENSAYOS SOBRE GRÁFICA EN LA CULTURA DIGITAL (VALENCIA, 2011, SENDEMÁ) Y SER DIGITAL; MANUAL DE SUPERVIVENCIA PARA CONVERSOS A LA CULTURA ELECTRÓNICA (SANTIAGO DE CHILE, 2011, UNIVERSIDAD DE CHILE).

.JoseR.Alcala@uclm.es.-

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