11 DE DESEMBRE 2018
A 5 DE GENER 2019

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FERNANDO BAÑOS-FIDALGO
ANA RODRÍGUEZ LEÓN

ZAVAN FILMS

ZAVAN FILMS

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Miguel Ángel Martín Maestro

 


Zavan Films. El medio es la imagen, el mensaje en el montaje

El cine de Zavan Films alcanza su importancia y significado sólo desde la trascendencia y poder de sus imágenes (como si el título de una de sus obras encerrara la invitación a esa interpretación, Del Poder) renunciando, como signo de identidad creativa, a revelar la persona o personas que se encuentran detrás del proyecto. Ese modo inteligente de generar una expectativa, y la necesidad de etiquetar que llevamos todos con nosotros, redunda en el valor y significado de su propio cine al no tener, ni el espectador, ni el comentarista, más remedio que valorar la obra por lo que ve, y no por estereotipos surgidos del prejuicio, ya que la valoración se verá liberada de afinidades o fidelidades personales, más o menos subjetivas, que eliminen el juicio en conciencia, teniéndonos que ceñir exclusivamente al valor de la imagen y su significado, con independencia de quién lo haya hecho.

Zavan Films hace de la multiplicidad la enseña de su obra; multiplicidad de imágenes que se agolpan en la memoria visual del espectador hasta que el mensaje, aparentemente simple, se transforma en la complejidad de un discurso capaz de saltar del hecho concreto a la realidad social, cultural, política, histórica, de la sociedad occidental, ámbito geográfico al que se dirige su cine militante. Cine militante porque, partiendo de cierto costumbrismo urbano en su primera película, el cine de Zavan Films ha optado por usar las armas de la propaganda para atacar la injusticia y la desigualdad en el mundo occidental, estableciendo una dialéctica con las imágenes en las que el poderoso se refugia en su mano de obra especializada (léase ejército y policía) para sojuzgar y reprimir al disidente cuyas ideas, como si se trataran de peligrosas semillas capaces de propagarse sin freno, han de ser denunciadas como una plaga mortífera inminente para toda la sociedad, cuando solamente inquietan a quien maneja los hilos.

El concepto “propaganda” tiene un significado netamente negativo, si atendemos a la definición académica, pues propaganda es la difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto. Y sin embargo, el cine de Zavan Films utiliza la difusión de imágenes para reflejar el estado de un mundo concreto, denunciar una realidad que los medios de comunicación que tienen un capital social enajenable en mercados bursátiles tienden a omitir, a edulcorar, y que ofrecen una imagen violenta de quien protesta y justifican el uso de la violencia de estado como mecanismo de solución de conflictos. Ahí Zavan Films se convierte en propagandista de aquello que el poder trata de ocultar, sea la degradación ruidosa de una ciudad que se desmorona a ojos de sus habitantes, sea la tergiversación de un movimiento transversal de protesta contra las políticas económicas globales, cortando de raíz su existencia y su pujanza mediante la doctrina del miedo, o ya se trate de la influencia en el comportamiento humano de un imaginario colectivo basado en símbolos, signos e identidades que, al tiempo que tratan de reforzar algo como propio, en el fondo, buscan la diferencia y la exclusión del resto, cuando no el enfrentamiento directo y el discurso del odio.

No estaría muy alejado el concepto de este cine del anarquismo cinematográfico, primando la libertad del individuo por encima de otras cuestiones, una libertad individual que trata de reforzarse en un grupo, cuanto más numeroso mejor, para que actúe, o pueda actuar, como contrapeso de ese poder que lo que trata es de conseguir una masa uniforme, e informe, de individuos que no piensen pero que se muevan con miedo. El cine de Zavan Films huye del falso documental, de la puesta en escena creativa, y hace uso de material ajeno —salvo en Madrid 12-11-03, donde en todo caso la imagen se graba en directo y sin cortes por las calles— para, a través del montaje de cientos de grabaciones periodísticas, oficiales y gracias a las nuevas tecnologías que proporcionan el filón inagotable de las grabaciones personales del ciudadano anónimo, crear un discurso político crítico mediante el montaje, piedra angular de todo su cine, donde imágenes azarosas, sin premeditación, van construyendo un relato relacionándose unas con otras, incluso sin necesidad de proceder del mismo acontecimiento o de la misma época. Hablemos de sus concretas películas.

Madrid 12-11-03 (2006). Primera película y única en la que, puestos a elucubrar, Zavan Films ha podido dejar un rastro sobre sus componentes o, al menos, sobre personas que conocen la verdadera identidad del firmante. Ocho cámaras, partiendo de un punto concreto de Madrid de manera simultánea, se dispersan por la ciudad, sobre todo por su zona centro, para deambular sin aparente rumbo grabando todo lo que pasa alrededor de su cámara, sin cortar en ningún momento la filmación hasta que las baterías de las videocámaras se agoten poco más allá de una hora. El proceso de composición de la idea de fondo procede del trabajo posterior a la filmación. Quien se plantea el reto de filmar a pie (salvo una de las cámaras) el día cotidiano de una ciudad con el margen disponible de la batería de las propias cámaras, se arriesga a no llegar a encontrar ningún hecho cinematográfico. Cuando se utilizan ocho cámaras, malo será que ninguna de ellas consiga llegar a lo imaginado, y si ninguna lo hiciera, la mezcla final de las imágenes de todas ellas sí que dará una sinfonía coral de la sensación urbana. Más cercana a Les Halles de Boris Kaufman y André Galitzine o al París retratado por Joris Ivens, que al Berlín, sinfonía de una gran ciudad de Ruttmann, la película se mueve entre acercar el objetivo a las personas o al urbanismo degradante, pero con una limitación clara, el movimiento de la cámara no puede detenerse. La imagen a captar, como el sonido de una conversación, va a ser fugaz y fragmentada, apenas un esbozo de un par de segundos, salvo cuando es la persona reflejada en las imágenes quien se dirige expresamente a la cámara para interrogar sobre el qué se está haciendo y por qué se ha grabado su presencia. La inmersión en este Madrid va dejando constancia de su degradación, su incomodidad, su ruido, su tráfico. Nadie tiene tiempo para hablar ni intercambiar dos palabras, salvo la gente mayor, que también aparece retratada en su soledad y progresivo desvalimiento. Una ciudad que se va desmoronando entre suciedad, marginación, deterioro, y para la que las cámaras huyen del rincón turístico o de la estampa imperecedera. Tras Madrid, como en el resto de cine de Zavan Films, el propósito documental encierra la necesidad de reflejar un desorden programado. Como la película, programada para concluir cuando el dispositivo que registra las imágenes lo decida, el cineasta ha de recopilar imágenes con las que el montaje ideará un recorrido que se nos enseña al principio de la filmación, como si de una maratón se tratara. Después, mezcladas las imágenes, resulta casi imposible diferenciar a unos de otros, porque hasta en la decadencia de la ciudad, la uniformidad parece la nota definitoria.

Del Poder (2011). Del Poder habla del uso y abuso de éste, surgida como un grito de rebelión dirigido a los convencidos, porque es inimaginable pensar que un cine como éste pueda alcanzar grandes canales de difusión, precisamente por atacar a todo el orden establecido, porque ese orden lleva décadas configurando un sistema que, revestido de formalidades democráticas, sigue comportándose de manera autoritaria cuando no ilegal. Del Poder nace de la propia ingenuidad ciudadana creyendo que el poder es del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. En 2001 (no deja de asustar, y al mismo tiempo demuestra la visión de esta película que huye de la coyuntura para hacer una composición intemporal) la ciudadanía mayoritariamente joven, del mundo occidental, decidió manifestarse y demostrar su oposición a las políticas globalizadoras del G-8 en Génova, en la Italia de Berlusconi y con la América de Bush. El resultado de aquella protesta aún perdura hoy, la doctrina del shock funcionó perfectamente a partir de entonces para desactivar la protesta coordinada transnacional. Usando el poder represivo con carta blanca, la batalla campal provocada por elementos residuales, no siempre manifestantes sino propios policías infiltrados como demuestran las imágenes, se atacó, desde el poder, de manera salvaje, a ciudadanos desarmados y que ingenuamente creían que las protestas podían cambiar el curso de los acontecimientos. Cuando afirmo esto me sirvo, única y exclusivamente, de las imágenes utilizadas por Zavan Films. Centenares de grabaciones periodísticas y amateurs hacen la película a partir del montaje. Podrá decirse que apenas hay imágenes de la provocación, o de la agresión a la policía, quizás ésta fue residual o episódica, mientras que la agresión del poder fue constante, metódica, salvaje para generar miedo y eliminar, de raíz, cualquier intención de repetir la protesta. Las imágenes pueden alterarse, ya lo sabemos, pero no es ese el cine de Zavan Films, la propaganda de su cine no necesita de mentiras, ni de testimonios hablados sin réplica, es mucho más simple, basta con la acumulación del salvajismo policial en pantalla para que comprendamos lo que tuvieron que ser aquellos días en Génova. Si nos atenemos a la versión oficial, una batalla campal donde el Estado veló para salvaguardar y reestablecer el orden público, si nos dejamos guiar por las imágenes la conclusión es muy diferente. Al poder le vino muy bien ese estallido de protesta para garantizarse una versión única en los medios de comunicación, y culpar a los manifestantes de la propia muerte de Carlo Giuliani, a cuyo asesinato asistimos sabiendo que se hizo todo lo posible por ocultarlo. La acumulación de imágenes, culminada con el salvaje asalto a la escuela Díaz, va dejando un rastro de asco equivalente al temor infligido a los ciudadanos por quienes han de servir al estado, y no servirse de él como un monopolio indelegable. La mala calidad de esas imágenes no resta un ápice a la importancia del conjunto, la mala calidad es el efecto de la verdad, la demostración de que se trata del testimonio directo y no modificado obtenido con el estado de la técnica del momento. Hoy serían imágenes mucho más nítidas y fiables, pero hoy es probable que no fuera posible conseguirlas en occidente porque el germen del miedo a protestar se instauró en toda una generación, que salió festiva y pacíficamente a protestar y se encontró ante una encerrona que nos devolvió a la más cruenta de las dictaduras, con el agravante de que ni las propias leyes pudieron ser invocadas para evitar la tortura más sistemática de los detenidos. La película Del Poder tiene un complemento que juega como apéndice cuando en 2014, Samuel Alarcón, con la complicidad de Mona León, que pone voz al anónimo Zavan Films, graba una entrevista con éste hablando de la película y sus significados cinematográficos. Quizás para entender el propósito de este/estos cineastas; ver y escuchar "Hablando del poder sin Zavan Films" (https://vimeo.com/94564563) sea la mejor manera de sumergirse en su cine.

On Nation (and other dogmas) (2016). Última obra, hasta ahora, de Zavan Films, retoma la estética aglutinadora de Del Poder pero con un punto de mira más amplio. Si con Del Poder el mensaje trasciende lo particular de la protesta concreta, hasta generalizar el mensaje tanto como el espectador sea capaz de comprender que lo que ve no se refiere simplemente a Génova 2001, en On Nation se trata de recopilar imágenes del presente y del pasado para, dialogando entre sí, señalar cómo las conciencias nacionales creadas a base de símbolos y construcciones identitarias terminan por germinar en odio, discriminación, abuso y violencia en cualquier momento de nuestra existencia. Quien se presente ante este cine desde una posición contraria ideológicamente hablará de demagogia o populismo, como si estos términos, por sí mismos, fueran definitorios de algo concreto y negativo. La demagogia es inherente a nuestra vida diaria, tan demagogo es quien utiliza el término “buen español” para acercarse a quien piensa igual que él, como quien reivindica el sentido común como base de su acción política. El uso de la demagogia no es malo per se, puede ser ruin si se utiliza para desviar la atención, para sacar conclusiones equivocadas partiendo de elementos objetivos. Colocar dos imágenes y modificar la banda sonora sólo significa que no hay tanta diferencia entre unas sociedades y otras, entre unas épocas y las actuales, porque lo realmente demagógico y excluyente es el dominio por parte del poder de todos los canales de comunicación y educación; demagogia es envolverse en una bandera y excitar los ánimos contra el otro, sea éste quien sea. Zavan Films continúa haciendo uso de imágenes ajenas, en este caso muchas de ellas históricas, para confeccionar un retrato de la infamia del siglo XX que ya se extiende hasta nuestros días. Contraponer una manifestación deportiva, plagada de banderas e himnos guerreros, con la figura de Hitler en pleno mitin puede considerarse demagogia, pero cuando en medio de un espectáculo deportivo los espectadores terminan agrediéndose por la bandera que se enarbola, la demagogia ya empieza a parecer menos y el sentido del mensaje por el que la película existe, se materializa. Zavan Films se detiene en los rostros humanos de estas manifestaciones multitudinarias, las del seguidor político, las del fervor religioso, las de la final deportiva, las del nacionalismo excluyente demostrando que esa carcoma del dogma impregna cualquier tipo de manifestación hasta eliminar la individualidad por lo irreflexivo de la masa dirigida desde el poder. Seres transfigurados desde la noche de los tiempos para regresar a la idea de tribu excluyente. Poca obscenidad mayor puede haber que la de un piloto de guerra celebrando el éxito de su bombardeo, pero la obscenidad se acrecienta si Zavan Films nos recuerda los efectos del napalm sobre la población civil, la misma obscenidad que la de seguir las celebraciones hitlerianas acompañadas de las imágenes de los campos de concentración. ¿Demagogia? Es posible. ¿Verdad? Para mí absoluta, tan verdad como que las imágenes son las que son y no necesitan manipulación. Detrás de cada bandera hay un ejército, y tras los ejércitos que sostienen los abusos terminan triunfando los dogmas de las guerras.

En preparación, 24 postales de Lavapiés. En fase de rodaje y con 20 de las 24 postales ya filmadas, trata de recoger el día a día del barrio, siguiendo un orden de huso horario y estacional, eliminando cualquier manifestación episódica o institucional que altere ese normal desarrollo diario. Rodar en espacios por los que la gente pasee, trabaje, hable… para mostrar la diversidad cultural de un barrio joven, dinámico, asediado por la especulación inmobiliaria y capitalista, pero que mantiene unas señas de identidad particulares. La película tratará de crear una imagen de conjunto a partir de pequeños cortometrajes que han de formar parte de una idea general que ayude a transmitir la verdadera naturaleza del barrio; personas, lugares, sentimientos, clima, cultura popular, espacios, razas y credos intentarán ser retratados como ejemplo de convivencia armónica multicultural en un proyecto colectivo y colaborativo.

 

MIGUEL ÁNGEL MARTÍN MAESTRO, comentarista de cine en publicacions com el diari “Último Cero” de Valladolid o revistes culturals com “Amanece Metró- polis” o “Culturamas”, i administrador únic del blog “Nos hacemos un cine en Orión”. Magistrat de professió.

.noshacemosuncineenorion.blogspot.com.

 

 

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